Tercer día de hostilidades en un nuevo repunte de violencia en la Franja de Gaza, el mayor desde la guerra del 2014. Poco antes del inicio del Ramadán y de los festejos de la Independencia de Israel, se rompe un mes de calma.
Al menos siete palestinos han muerto, incluyendo una bebé y su madre embarazada, además de un israelí de 60 años, que falleció en su casa en Ashkelón por un proyectil disparado desde Gaza.
El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, ha dado instrucciones al Ejército para continuar la operación contra los más de 450 proyectiles lanzados por milicias palestinas, a los que Israel ha respondido con bombardeos sobre más de 200 objetivos de los movimientos islamistas Hamás y la Yihad Islámica.
"Es desconcertante. Este edificio que ha sido bombardeado es un bloque de pisos de alquiler de oficinas comerciales y aquí reside gente muy pobre que apenas logra pagar el alqiler. Es increíble, no había ninguna razón para destruir este edificio", explicaba Salem Algusian, dueño de este inmueble que ha quedado destrozado.
La aviación israelí ha seguido atacando diversos objetivos de Hamás y de la organización Yihad Islámica, a quienes hace responsables de esta escalada. Entre los objetivos, dicen, hay almacenes de armas ubicados en Rafah y Jan Yunis en la Franja de Gaza.
El primer ministro israelí ha pedido a los residentes de Israel que permanezcan cerca de los refugios antiaéreos.
Naciones Unidas y Egipto median desde la noche del sábado para contener la escalada y retomar el acuerdo de "calma por calma", que incluye un alivio del bloqueo israelí de Gaza y el cese de la inestabilidad en la frontera por parte de las milicias.
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