La
iniciativa de la Gran Muralla Verde para el Sahara y el Sahel apoya a las
comunidades locales en la gestión sostenible de la tierra.
Crear
una gran muralla ecológica que cruce el continente africano de oeste a este, de
Dakar a Djibouti, es el objetivo de una ambiciosa iniciativa que pretende
transformar las vidas de millones de personas que viven en primera línea de la
desertificación y el cambio climático en la región del Sahel y el Sahara.
El
desafío al que se enfrentan los creadores de este programa de desarrollo rural
que se inició hace más de una década es convertir en una nueva maravilla del
mundo esta extensión de 8.000 km de longitud que recibe el nombre de
la Gran Muralla Verde.
El
doctor Barron Joseph Orr, el científico a cargo de la Convención de las
Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación, presente en la 24ª Conferencia de las Partes de la Convención
sobre el Cambio Climático que se celebra en la ciudad polaca
deKatowice , nos explica cómo empezó el proyecto.
“La
iniciativa representa una visión que comenzó hace un tiempo planteándose: ¿y si
intentamos ocuparnos explícitamente de esta área y le damos la vuelta a todo?
No en uno o dos lugares sino a lo largo de todo el horizonte (…) Por
supuesto, la idea inicial fue: convirtámoslo en algo verde, plantemos árboles,
pero en realidad de lo que se trata es de crear un valor añadido para la
gente que vive en esas tierras. No solamente es plantar árboles, sino
hacerlo de una manera ligada a la economía que les sirva para sostener sus
medios de vida y los de las generaciones futuras.”
La
iniciativa está devolviendo la vida a los paisajes degradados de África a una
escala sin precedentes, proporciona seguridad alimentaria, puestos de trabajo y
una razón para permanecer en el continente africano.
Los
logros ya son palpables
Entre
los logros, se incluye la plantación de 12 millones árboles resistentes a la
sequía en menos de una década en Senegal, la recuperación de 5 millones de
hectáreas de tierra que produjeron 500.000 toneladas más de cereales al año en
Níger o la rehabilitación de 15 millones de hectáreas de tierras degradadas en
Etiopía.
“El
sentir general es que estamos encaminados hacia la meta, que es muy grande,
son 100 millones de hectáreas de tierra que se están restaurando”,
explica Orr, con un horizonte final del proyecto previsto para el año 2030 y la
creación de 10 millones de empleos verdes.
Modelo
dual de financiación
Orr
señaló que ante tal fascinante proyecto hay muchas organizaciones que se ofrecieron
a colaborar lo que dificultó la gestión de la Unión Africana, la organización
líder de la iniciativa.
“Hay
otros retos que tienen que ver con la forma en que lo mantenemos activo. Una
cosa es poner en marcha un proyecto desde el inicio, pero en realidad hablamos
de algo que es a largo plazo. Eso significa que necesitamos que la comunidad
internacional dé en gran medida un paso adelante, de una manera continua en el
tiempo, no sólo iniciando proyectos, sino llevándolos a cabo”, destacó.
En
relación con la financiación de este colosal proyecto distinguió entre las
aportaciones de las principales organizaciones que cubren los grandes planes de
desarrollo, como el Banco
Mundial, y los socios que los aplican como la Organización de la ONU para
la Alimentación y la Agricultura o el Programa de las Naciones Unidas para el
Medio Ambiente.
“Pero
también hay proyectos a más pequeña escala. Por ejemplo, donde yo
trabajo, la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la
Desertificación, que no aporta mucho dinero, pero es muy estratégica,
trata de establecer fórmulas de vincular la financiación con la comunidad
internacional, de modo que se puedan establecer medidas y crear un entorno
propicio para este tipo de proyectos”, explicó.
Un
proyecto que no para de crecer
Además
del actual proyecto en el Sahel, Orr explicó que la Unión Africana prevé
expandir el proyecto hacia el sur del continente y que hay otras iniciativas
equiparables alrededor del planeta como una relacionada con la Ruta de la Seda
en China.
Del
mismo modo, explicó que entre sus actuales trabajos relacionados con la
degradación del suelo se encuentra lo que llaman la “neutralidad de la
degradación de la tierra”.
“El
proyecto consiste en minimizar los daños: Asegurémonos de no empeorar la
situación durante un año en concreto. Esto significa anticiparnos a la futura
degradación de la tierra, incluso cuando planificamos nuestras operaciones, e
implica ser mucho más estratégicos. Tenemos que situar estas intervenciones
en las mejores ubicaciones posibles”, describió Orr.
https://www.imparcialrd.do