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Es inaceptable segregar a una persona por ser mayor y tener una discapacidad


Todavía existe la visión de que cuando una persona deja de ser productiva, se la puede apartar, recluyéndola en una institución, más aún si tiene alguna discapacidad; pero se puede ser mayor, tener una discapacidad y disfrutar la vida. Solo requiere que los Estados garanticen los apoyos necesarios, asegura una experta de derechos humanos en una entrevista con Noticias ONU.


La población mundial está envejeciendo. El grupo formado por personas de 60 años o más está creciendo a un ritmo de alrededor del 3% anual. Se prevé que su proporción aumente del 12% en 2015 al 21 % para 2050.

Una vida más prolongada se asocia con un aumento de la prevalencia de enfermedades crónicas y deficiencias físicas y cognitivas que, al interactuar con diversas barreras, pueden dar lugar a discapacidades. Además, gracias a los avances tecnológicos y médicos, así como a la evolución de la situación socioeconómica, muchas personas con discapacidad viven más tiempo.

Como resultado, más del 46 % de las personas de edad de todo el mundo, unos 250 millones, tienen una deficiencia moderada o grave y las personas de edad constituyen la mayoría de la población total de personas con discapacidad, según el informe que la relatora especial* sobre los derechos de las personas con discapacidad ha presentado a la Asamblea General.

Catalina Devandas explica en el documento que “la intersección entre vejez y discapacidad genera tanto formas agravadas de discriminación como violaciones específicas de los derechos humanos” y denuncia que “las personas de edad con discapacidad están sometidas en mayor medida a la pérdida de poder, la denegación de la autonomía, la marginación y la devaluación cultural. Además, también son más propensas al aislamiento social, la exclusión, la pobreza y los abusos”.

Pero ¿qué significa exactamente la denegación de la autonomía?


Se limita el derecho de las personas de decidir cuáles son sus preferencias, dónde quieren vivir y con quién quieren vivir.

“Cuando se trata de personas con discapacidad se asume que son otras personas, los cuidadores, los familiares, los que tienen la responsabilidad de tomar decisiones por ellas. De decidir dónde viven, quién las van a cuidar, cómo las van a cuidar y se limita el derecho de las personas de decidir cuáles son sus preferencias, dónde quieren vivir y con quién quieren vivir. Y hay una percepción todavía muy fuerte de que cuando envejecemos vamos perdiendo esa capacidad de definir nuestras preferencias y qué es lo que queremos. Yo creo que, como sociedad, hay que buscar las formas para apoyar a las personas mayores a que ejerzan su autonomía al máximo posible. Todavía no tenemos suficientes medidas de apoyo para hacer eso de forma natural”, explica Devandas en una entrevita con Noticias ONU.

En cuanto a la marginación, la experta destaca que “es muy normal que cuando hablamos de la ‘abuelita’ o del ‘abuelito’, empiecen las discusiones sobre cómo los cuidamos, de si se van para la casa, de si se van para el asilo o para hogares de anciano”.