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Los traficantes de personas se sirvieron más de las redes sociales durante la pandemia de COVID-19 para engañar a sus víctimas



Lilith, nombre ficticio, fue víctima de la trata en Nicaragua cuando era una adolescente. Ahora vive en Costa Rica.


Un nuevo informe de la agencia de la ONU que lucha contra el delito describe el devastador impacto que la pandemia ha tenido en las víctimas de la trata, especialmente entre los niños, las mujeres y los migrantes quienes han sufrido tanto por su situación de explotación como por su mayor exposición a la enfermedad.


Los traficantes de personas se adaptaron rápidamente a la llamada nueva normalidad que trajo el COVID-19 sirviéndose de las redes sociales aún más de lo que lo hacían para captar y explotar a sus víctimas, según un nuevo estudio de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC).

La publicación muestra que las medidas para frenar la propagación del virus aumentaron el riesgo de trata para las personas en situaciones vulnerables, expusieron a las víctimas a una mayor explotación y limitaron el acceso a los servicios esenciales para los sobrevivientes.

“Aprovechando la pérdida de medios de vida de las personas durante la pandemia y la mayor cantidad de tiempo que tanto adultos y niños pasaban en internet, los traficantes utilizaban las redes sociales y otras plataformas en línea para reclutar nuevas víctimas”, se observa en el informe.

Además de para la captación, los traficantes respondieron al cierre de bares, clubes y salones de masajes (debido a cuarentenas, toques de queda y otras medidas para controlar la propagación de COVID-19) trasladando la explotación sexual de adultos y niños a casas y apartamentos privados.

En algunos países, los traficantes también aprovecharon las medidas de distanciamiento social para transportar a las víctimas a través de las fronteras nacionales sabiendo que las fuerzas del orden, en ocasiones, no podían inspeccionar cuidadosamente los vehículos.


Mayor exposición a la enfermedad

A la explotación se ha añadido el hecho de que, debido a sus condiciones de vida y de trabajo, las víctimas se han enfrentado a un mayor riesgo de exposición al COVID-19.

“Víctimas explotadas en determinadas industrias, como la industria del sexo, la construcción y la manufactura, enfrentaron desafíos para mantener la distancia con otras víctimas y sus explotadores. Algunas víctimas han sido incapaces de acceder a formas de protección personal como las mascarillas y el desinfectante de manos”, se indica en el informe.

Otra forma en que las víctimas sufrieron las consecuencias de la pandemia fue a través del estigma, ya que en algunas regiones y países muchas personas, en particular las víctimas de la trata por explotación sexual, fueron culpadas de la propagación del COVID-19 en las comunidades locales, llevándolas al ostracismo y a problemas de reintegración.

En otros casos, el problema fue que las víctimas fueron simplemente abandonadas por sus traficantes al inicio de la pandemia, muchas veces en la misma calle, ya que se redujo la demanda debido al cierre de fábricas, granjas o burdeles.

Por otro lado, algunas víctimas tuvieron que enfrentar el confinamiento en países y ciudades que no eran los suyos en hogares privados, fábricas, obras de construcción, sufriendo de esa forma un mayor control y una mayor violencia a manos de sus traficantes.